jueves, 6 de octubre de 2016

Bares y lugares

FOTO: www.carbayedo.com
Siempre me pregunté para qué sirve el bar de la esquina, ese que Sabina no quería que cerrasen en sus Noches de boda. Y me formulaba esa pregunta porque, al fin y al cabo, si salgo a alternar, a tomar algo, pues no tiene demasiado sentido hacerlo al chigre que tenemos debajo de casa o justo enfrente. Sería como remar para morir en la orilla.

En mi modesta opinión, aquilatada con cierta experiencia (ironía), creo que no aporta gran cosa tomarse una copa, una botellina de sidra o un vino a menos de cien metros del portal de casa. Ya que nos ponemos de tiros largos, qué menos que pasear un poco y quedar con la pandilla, la novia o el marido a un cierta distancia del lugar donde dormimos todas las noches. Esto pensaba yo hasta ahora.

La perspectiva de lo anterior cambia de forma radical cuando el “horizonte de movilidad” –qué fino queda esto- se limita a unos pocos pasos dados por cuenta propia. En mi caso, por un percance fortuito y de consecuencias temporales, pero mucho peor es el caso de personas con limitaciones permanentes por edad, enfermedad, accidente o cualquier otra circunstancia sobrevenida que impida la autonomía personal y la libertad de movimientos. Para estas desgracias sí que es muy útil ese bar de la esquina.

Hay un momento vital en el que descubres los bordillos, las escaleras o las puertas giratorias, esas cosas que hasta entonces no existían. En ese mismo instante ves una montaña donde antes había un morrillo. O una utopía donde antes una playa de paraíso juntaba tierra y mar. Ahí entiendes para qué sirve el chigre de enfrente. Esa mínima excursión supone una gran conquista, un placer que recompensa y un esparcimiento de incalculable valor.

Como además no hay mal que por bien no venga, resulta que en esa sidrería a la que nunca iba porque estaba demasiado cerca, tienen un palo de sidra muy recomendable. Y en ese bar al que no merecía la pena acudir, ponen los mejores pinchos de toda la redonda. Y en la otra cafetería donde siempre saludabas al dueño sin consumir, el café cremoso y su mantecado casero saben a gloria.

Cuando descubres todo ese nuevo mundo a tus pies, te das cuenta de la riqueza que supone vivir cada día con autonomía económica y funcional, o sea, con dinero y salud. Si además te acompaña el amor, sólo queda dar gracias, como en la canción.


Publicado en La Voz de Avilés el 6 de octubre de 2016



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