jueves, 23 de noviembre de 2017

Entusiasmo y teatro


Estamos en plena celebración por los primeros 25 años de la segunda vida del Teatro Palacio Valdés. Un joven con historia, podríamos decir, aunque más bien un resucitado. Lo que se reinauguró en 1992 no fue solo el viejo escenario, con el clásico telón y las elegantes butacas de patio, platea, palco y gallinero. Fue todo eso y algo más: un verdadero renacimiento que entusiasmó a toda una ciudad y sus gentes, solo vivida años después, con el Centro Niemeyer.

Para los guajes de mi generación, el Teatro Palacio Valdés no era más que una fachada impresionante, pero negruzca y con cristales rotos, en una calle estrecha y llena de coches. En la familia escuchábamos recuerdos de actuaciones de grandes artistas, películas o bailes, pero que en el mejor de los casos se remontaban a varias décadas atrás. Era ya más leyenda que realidad. Por eso fue tan impactante la entrada por primera vez al “nuevo” teatro. Era un sueño cumplido. Un símbolo para una nueva era, ligando el Avilés feliz de los años 20 con el que miraba al siglo XXI y quería dejar atrás la reconversión industrial (también se cumplen ahora 25 años de la Marcha de Hierro, no lo olvidemos).

Sigue dando vértigo pensar en las alternativas manejadas para la rehabilitación. Una, la construcción de un edificio de nueva planta, relatada por Vidal y Juan Carlos de la Madrid en su libro, lo cual equivaldría a perder la belleza exterior e interior del arquitecto Manuel del Busto. La otra era aún peor, como acaba de traer a la memoria Armando Arias, ya que implicaba la demolición total y la parcelación para hacer pisos. Menos mal que la inteligencia triunfó.

Juan Luis Rodríguez-Vigil, a la sazón, presidente del Principado de Asturias, destaca ese resultado, producido gracias a la estrecha cooperación entre administraciones públicas (local, autonómica y estatal), de la cual solo pueden salir beneficios, igual que en las mismas fechas la Casa de la Cultura o el inicio del saneamiento integral, el cual transformó la ría, desde el estado de cloaca, hasta el de columna vertebral del futuro. Frente a la desidia o la confrontación abierta, la colaboración es siempre una mejor solución. Tampoco se nos debe olvidar el empuje de la sociedad civil avilesina, incluyendo manifestaciones y recogidas de firmas que, en definitiva, buscaban recuperar lo que nunca se debía haber dejado llegar a la ruina.

Son 25 años de éxitos y el espectáculo debe continuar. El Teatro Palacio Valdés no es una escultura hueca o un edificio vacío. Es un teatro “con alma”, como le gusta repetir a Mariano Martín. Un espíritu bastante corpóreo, donde siempre ha tenido mucho que ver la mano de Antonio Ripoll y su equipo, consolidando una programación de lujo, referencia en España y en el mundo, accesible para el gran público y, todo ello, sin perder de vista la factoría asturiana y la cantera escolar.

En Avilés se dan la mano Bances Candamo, Palacio Valdés y Niemeyer en sus respectivos templos de la cultura y el arte. Así debe seguir siendo. Literatura, música, pintura, escultura, arquitectura, danza, cine, progreso, economía, empleo. Casi nada. Ya solo podemos crecer, pero necesitamos apellidos que ayuden en su tarea a las administraciones públicas, como hicieron los indianos a principios del siglo XX o hacen los Botín a Santander hoy en día. Mittal, ¿estás ahí?
 

Publicado en La Voz de Avilés el  23 de noviembre de 2017


No hay comentarios: